Reescribir, cortar y pulir: por qué la primera versión nunca es la definitiva

(Tiempo de lectura: 6 minutos)

Cuando terminé el primer borrador de El Devorador de Virtud, sentí una mezcla de alivio y euforia. Había conseguido escribir una novela completa. Pero poco después entendí algo que probablemente todos los escritores acaban comprendiendo tarde o temprano: el primer borrador no es el final del camino, sino el principio real del trabajo. La historia estaba ahí, pero aún no respiraba con naturalidad. Faltaba darle forma, ritmo, intención y precisión.

Reescribir es una de las fases más duras, pero también la más gratificante. Es cuando el texto empieza a parecerse a lo que imaginabas. En mi caso, implica leer una y otra vez cada capítulo, detectar repeticiones, frases vagas o pasajes que no aportan nada, y no tener miedo de cortar. A veces he eliminado párrafos enteros o incluso escenas que me habían costado mucho escribir. Pero el resultado siempre compensa: lo que se gana en claridad, fluidez y emoción supera con creces el apego a las palabras que uno escribió en el primer impulso.

También he aprendido que reescribir no significa solo corregir errores, sino refinar la intención. Cada personaje debe tener un propósito, cada diálogo una dirección, cada descripción un peso en la atmósfera general. Si algo no encaja o no contribuye al conjunto, debe desaparecer. Escribir es tomar decisiones constantes, y muchas de ellas implican renunciar.

Cortar no es perder, sino acercarse a la esencia. Cuando elimino algo, siento que lo que queda respira mejor. La historia se vuelve más honesta, más ágil y más fiel a sí misma. En el fondo, escribir una novela es un proceso de destilación: empiezas con una materia bruta y vas puliendo, capa tras capa, hasta que lo que queda es lo esencial.

Hoy sé que ninguna primera versión es la definitiva. Y creo que eso es algo hermoso. Significa que las historias, igual que nosotros, se transforman con el tiempo. Se afinan, se redefinen, crecen. Reescribir no es corregir el pasado, sino darle su mejor forma posible.

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