Por qué la corrección fue una de las mejores partes de escribir mi novela

(Tiempo de lectura: 7 minutos)

Cuando terminé el primer borrador de El Devorador de Virtud, sabía que aún quedaba un largo camino por recorrer. Como ya dije en la anterior entrada de mi blog, la escritura es solo la mitad del proceso; la otra mitad consiste en pulir, revisar y afinar cada palabra hasta que el texto respire con naturalidad. Por eso decidí poner mi novela en manos de una correctora profesional. Fue así como conocí a Ágata Vehí de la Paz, una profesional rigurosa, paciente y apasionada por su oficio, con quien el trabajo de corrección se convirtió en una de las etapas más enriquecedoras de todo el proyecto.

Desde el principio, su forma de trabajar me inspiró confianza. Cada corrección iba acompañada de una explicación clara, casi pedagógica, que me ayudaba a entender el porqué detrás de cada cambio. Gracias a sus observaciones aprendí a eliminar repeticiones innecesarias, a reconocer adverbios redundantes, a ajustar el ritmo de ciertas frases y a mantener una coherencia ortotipográfica constante en los nombres propios y mayúsculas. Más allá de lo técnico, Ágata me ayudó a ver el texto con otros ojos: con una mirada fresca, objetiva y exigente, pero siempre respetuosa con mi voz de autor.

El proceso no se sintió nunca como una simple revisión, sino como un diálogo creativo. Ágata no se limitó a corregir: acompañó, orientó y aportó criterio. Sus comentarios al margen eran una invitación a reflexionar, no una imposición. Esa forma de trabajar convirtió la corrección en una experiencia fluida y estimulante. En sus palabras, que aún me hacen sonreír, “es una novela muy buena que se lee con sumo placer”, y ese tipo de reconocimiento, viniendo de alguien que lee y mejora textos a diario, es un aliento inmenso.

Hoy puedo decir que mi novela es mejor gracias a ella. Se lee con más fluidez, con un lenguaje más preciso y con una cadencia más natural. He aprendido mucho más de lo que esperaba: no solo sobre gramática o estilo, sino sobre paciencia, humildad y atención al detalle. Trabajar con Ágata ha sido fácil, humano y profesional. En un oficio tan solitario como la escritura, encontrar a alguien que comparte tu entusiasmo y te ayuda a brillar sin alterar tu esencia es un auténtico privilegio.

A Ágata le estaré siempre agradecido. Y si algo me queda claro después de esta experiencia es que la corrección no es una fase secundaria del proceso creativo: es, en realidad, donde la historia se transforma en literatura.

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